viernes, 9 de noviembre de 2012

Carta en una botella.

Buenos días Princesa:

Me levanto todas las mañanas y tu estas a mi lado, esperándome, ya no tengo miedo a que te vayas como cuando toda esta locura empezó, ya no tengo miedo a perderte, pues los años han hecho que este, ya viejo, hombre entienda la vida de otra manera. Este largo tiempo a tu lado ha hecho que comprenda que la belleza va mucho más allá de la juventud, que la diversión va mucho más allá del alcohol y que el amor es mucho más que un sentimiento pasajero. Para mí no hay mayor recompensa que poder observarte detenidamente desde un rincón de la habitación viendo como haces cada día lo mismo, con sumo cuidado, pues supongo que a ti también el tiempo te ha mostrado cual es el camino perfecto, la rutina a seguir. Cuando en esos momentos te miro siento que me quedo sin respiración como aquel chico idiota que te besó torpemente aquel verano, que a pesar de que el calendario diga lo contrario, para nosotros fue hace dos días, cuando te miro compruebo que sigues siendo tan bella como aquella niña tímida y llorona de entonces. Porque tú que eras, eres y serás siempre mí princesa, la dama de porcelana frágil y hermosa que me espera todas las mañanas a mi lado para darme el mayor de los placeres de esta vida, mi amor, que es el grandioso hecho de poder envejecer a tu lado. Por siempre.

Buenos días mi príncipe de ojos avellana:

Tengo una tonta manía, cuando preparo el café por las mañanas lo sirvo siempre en las mismas tazas, con la misma cantidad y en el mismo orden. Pero esto tú ya lo sabes. Ahora, después de tantos años te quiero explicar por qué, aunque seguramente ya lo sepas también pues me conoces mejor que nadie. Hago esto todas las mañanas por que todavía recuerdo a  la perfección ese día de verano que me invitaste a tomar café a la cafetería más cutre del pueblo, ese día fue tan especial para mí que decidí llevarme las tazas como recuerdo. Me río al recordar tu carita de ángel con tus ojos avellana y tu pícara sonrisa intentando conquistar a esta dama que entonces se hacia la difícil. En cambio ahora, qué el tiempo nos ha cambiado la juventud por la experiencia, ahora me doy cuenta de que a pesar de nuestra posible apariencia, nuestras almas siguen siendo tan ardientes como aquel verano. Me gusta saber que todavía nos quedan muchas noches bailando abrazados bajo la luz de la luna, muchas conversaciones al calor de la lumbre, muchos paseos por la playa y mucho amor que darnos uniendo nuestras almas en un solo ser de fuego y pasión. Tú, amado mio, tú, mi abrigo en mis noches frías, tú, mi ángel de la guarda, tú, mi príncipe de ojos avellana, quiero pedirte un favor caprichoso, ámame, ámame como yo te amo, hasta que no quede una estrella en este oscuro cielo. Volemos, tu y yo. Por siempre.


3 comentarios: